Cristina Bastidas y Lucía Gallardo
Murió
Eduardo Galeano y las venas de América Latina siguen abiertas. América Latina continua
ofreciendo sus venas a veces en forma de petróleo, minería y otras ‘commodities’
para que este modelo civilizatorio llamado capitalismo mundializado siga
nutrido. El Seminario convocado bajo el título: El Imperativo Extractivista en
América Latina, celebrado en la Haya – Holanda fue una interesante experiencia
para debatir sobre uno de los problemas fundamentales de nuestra región: el
neoextractivismo latinoamericano.
En el
seminario, el caso ecuatoriano concentró gran parte de la reflexión y del
debate. El proyecto minero Mirador en la Amazonía Sur y
principalmente el caso de Intag fueron los emblemáticos y preferidos para
muchos investigadores, académicos, activistas.
La arbitraria detención de Ramírez ha sido debidamente cuestionada. Sin
duda, lo que sucedió en Intag es un síntoma de que las cosas no se están
haciendo del todo bien en el tema minero. El gobierno de Correa, que durante
más de siete años ha recibido la voluntad legítima y democrática de la mayoría
de ecuatorianos podía generar otras condiciones para el debate. Allí donde el poder se ha ejercido por vía de
la fuerza y no de la legitimidad, una batalla se ha perdido.
Varias
narrativas han configurado el campo
desde donde se analiza el neoextractivismo latinoamericano. El estudio de Intag o de Mirador o del Yasuní –lugares comunes
del abordaje han sido analizados desde dicotomías que oponen conservación al desarrollo: ‘la vida o el
petróleo’; ‘dile sí a la vida y no a la minería’. Sin embargo, nosotros planteamos estudiar el
tema desde una ambigüedad mayor que no está necesariamente bien analizada: impulsar
la transición hacia un nuevo modelo de desarrollo cuyo pilar fundamental es la
inversión social, sin plantearse en el camino una transformación de los medios
de producción. Es decir, una transformación de la forma social/material a
través de las cual nos organizamos para producir.
El
ecologismo presente muchos análisis y en gran parte de las presentaciones del
Seminario de la Haya - salvo excepciones- tiene serias limitaciones para entender
este dilema. Nuestra crítica a las visiones imperantes sobre lo que se ha
denominado el imperativo extractivista latinoamericano se organiza bajo dos
aspectos fundamentales: por un lado, una visión limitada de la democracia
ligada al derecho a la resistencia y la autoderminación y por otro lado la falta de herramientas
analíticas como la economía política para abordar el problema.
Desde la vía
democrática, el movimiento de los derechos de la naturaleza y el ecologismo
anti-extractivista, especialmente en Ecuador, entienden la democracia tan sólo
como el derecho a resistir y a la autodeterminación de los pueblos nativos
sobre el territorio, como si la democracia se redujera a un conjunto de
autodeterminaciones. Su labor pedagógica como movimiento, en una sociedad cada
vez más consumista, es evidentemente limitada, también su capacidad de acción
colectiva para entrar en el campo de la política. Sus acciones parten de dilemas falsos que tienden a oponer el
estado con la sociedad, como si en la actualidad tendríamos estados
autoritarios y sociedades ecologistas. Nada más alejado de la realidad,
bastaría dar una mirada a los datos de aceptación de los gobiernos a los que
más se cuestiona o a los cambios en las pautas de consumo latinoamericano. En democracia,
ellos deben necesariamente, entrar en diálogo con otras opciones y visiones de
desarrollo presentes no sólo en los proyectos políticos vigentes sino en las
sociedades mismas. Si quieren incidir en
el campo de la política, están “condenados” a debatir, organizar, educar,
convocar y el ecologismo actual carece de dichas posibilidades, su construcción
mira más a las limitaciones de quienes ejercen el poder que a la sociedad y sus
posibilidades colectivas.
Desde el
lado de la economía política parecería que el extractivismo no es visto más
como una categoría económica. Es decir,
situado en el campo de la producción, donde las economías primario exportadoras
son dependientes de la ‘renta’ extractivista. Muy poco se habla de capitalismo
y de la renta en los nuevos análisis y mucho menos de la relevancia de ella
para la planificación del desarrollo de América Latina donde todavía hay
problemas de desnutrición infantil, deserción escolar por factores económicos o
mortalidad materna, etc. Parecería que superar el extractivismo en América
Latina es la estrategia que resolvería la crisis ambiental mundial y con ello
también las grandes disparidades del desarrollo.
El paradigma
dominante del que se habló en el seminario de la Haya iba, en general, una sola vía: “América Latina es más
extractivista hoy”, “incluso más que en épocas del neoliberalismo” EI imperativo
extractivista latinoamericano sería, desde nuestro punto de vista, solo el reflejo
de un imperativo aun mayor: la demanda creciente de ‘commodities’. Si el imperativo
quisiese estudiarse como consecuencia de la exacerbación del capitalismo y no solamente
como causa del deterioro ambiental, entonces entraría en la mesa de discusión
el incremento en el uso de energía y materiales y en la producción creciente de
desechos –incluidas las emisiones de carbono y otros gases de efecto
invernadero- y el análisis se tornaría más completo.
Así que el
gran desafío actual será intentar salir de
la visión reducida a la conservación y la autodeterminación para entender
también la dinámica del comercio internacional y la democracia deliberativa y
organizativa. En este sentido, el
seminario evidenció unas tensiones irresueltas en el debate cuyo foco de
atención, en un mundo globalizado, siguen siendo los estados-nación. Obviamente,
algunos análisis presentados en el seminario, intentaron superar la mirada domestica de la
exigibilidad del derecho a la resistencia
y situar el problema en la complejidad del proceso, sus aristas, sus
contradicciones y aciertos. Interesantes, en este sentido, fueron las
propuestas de romper con la inequidad en la distribución global de la renta
extractivista a escala global, las estrategias de compensación a la no
producción o el estudio presentado sobre
la cadena productiva del carbón colombiano y el papel de Holanda o Turquía como sus
principales mercados de consumo. Pocos de
los análisis reconocen el rol de los derechos sociales como elementos
fundamentales para pensar la transición de la matriz de desarrollo vigente.
Nuestra
invitación para pensar en el “imperativo” es entenderlo como parte de una
realidad más amplia: la dinámica de las cadenas productivas, las mutuas
determinaciones entre producción y consumo, el rol de las economías
dependientes en el proceso de acumulación del capital, el papel de Europa en la
expansión de las fronteras extractivistas y la necesidad de los derechos
sociales y las inversiones en educación, salud, infraestructura que permitirán
pensar en otro modo de producción latinoamericano.
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