lunes, 26 de agosto de 2013

Des-Yasunizar la Iniciativa Yasuní-ITT


fotografia desde yasuni-itt.gob.ec

Des-Yasunizar la Iniciativa Yasuní-ITT: 
Un paso para el tránsito hacia un modelo post-extractivista.

Lucia Gallardo Fierro[1]


Al escribir esta pequeña reflexión sobre la Iniciativa Yasuní-ITT no intento salvarla, ni justificarla. No intento tampoco criticarla, ni desmerecer sus aciertos, intento situarla en el escenario del tránsito, del momento en que se conecta el pasado y el futuro para dar paso a algo que no existía antes de ella. Creo que todavía estamos en ese momento y por tanto, la Iniciativa Yasuní-ITT sigue siendo el camino a transitar, si logramos todos des-Yasunizar el debate de la misma y situarla en la discusión de cuál es el modelo de desarrollo que queremos, confrontando tanto la propiedad como la gestión desde la ética ciudadana. Una estrategia de conservación que no confronta la política de desarrollo con el ánimo de transformarla y una estrategia de desarrollo que intente alcanzar el Buen Vivir sin superar el extractivismo, son dos caminos que nos llevan a un sitio común: el precipicio.

¿Cuál podría ser la solución política para abordar un problema que no tiene una solución técnica?. El Ecuador un país “en desarrollo”, rico en carbono y altamente dependiente de la extracción de combustibles fósiles, renuncia parcialmente a la explotación de una de sus principales reservas petroleras a cambio de una compensación parcial. A nivel internacional la Iniciativa Yasuní-ITT hizo un llamado a inaugurar una nueva era económica donde se compense la generación de valores  uso y no la generación de mercancías[2]. La Iniciativa es única en dos sentidos, en primer lugar se trataba de abrir una vía para un desarrollo no dependiente de los combustibles fósiles. En segundo lugar, se proponía utilizar el mercado y el dinero para sacar de la circulación del Capital al PETROLEO. Pequeña osadía!!!

En este sentido,  discutir las narrativas que sostienen esta idea y el entender a quien se debería dirigir la Iniciativa y en donde situar la propuesta son temas que importan!!!. Dónde debe situarse la Iniciativa Yasuní-ITT?. Debemos tener claras las diferencias entre ubicarla en la esfera de la conservación, vinculándola a las narrativas de la integralidad de los derechos de los pueblos Tagaeri o Taromenane o a las narrativas relativas al Cambio Climático; o ubicarla en el campo del desarrollo vinculándola a la necesidad de sentar las bases de una transición energética y productiva.

Este ejercicio situacional de la Iniciativa Yasuní ITT no solo nos ayuda a conectarnos con el pasado, a entender de donde venimos como Sociedad y las grandes injusticias económicas, sociales y productivas que nos constituyen; también nos ayuda a vincularnos con el futuro, a rebasar estas limitaciones estructurales, a superarlas, a construir el camino hacia una era post-extractivita. Por tanto, las narrativas en las que se apoya la Iniciativa son relevantes. Son narrativas que importan!!!. Las de la conservación enclaustran, las del modelo de desarrollo expanden. ¿Por qué?

Si elegimos el escenario de la conservación, las narrativas que justifiquen la necesidad de una COMPENSACION deberán desarrollar un argumento sólido sobre el por qué Ecuador pretende que la comunidad internacional contribuya con un pago para que nuestro país se abstenga de ejercer una política energética basada en la extracción petrolera en áreas protegidas cuando constitucionalmente, esta actividad no solo es considerada excepcional (art. 407 de la Constitución), sino que contradice el espíritu del Buen Vivir y los Derechos de la Naturaleza. Con el agravante de que las narrativas vinculadas al respeto y la exigibilidad de los derechos humanos no podrían delegarse a terceros estados y, mucho menos pretender que su realización penda de una condición incierta y futura como una "compensación". La amenaza de vulnerabilidad de sus derechos podría configurar el delito de genocidio y nos demos o no las vueltas constitucionales, el territorio ancestral que ocupan es intangible. No estoy hablando únicamente de la Zona Intangible sino de un concepto mucho más amplio, reconocido en nuestra Constitución.

Dos lenguajes que abren la ventana a una serie de inconsistencias, incoherencias y desaciertos, que debilitan la propuesta y que la nutren de una serie de incertidumbres. Dado que la intervención petrolera en el Yasuní no es reciente. De hecho, en algo más de la mitad de su territorio existen 5 bloques petroleros (14, 15, 16, 31 e ITT) y que la re-asignación de derechos de propiedad a favor de la explotación es una de sus principales características (incluyendo la discutido proceso de adjudicación del campo ITT); de lo que se trata justamente es de corregir, de rectificar lo actuado. No salvando un pedazo del Yasuní, sino trascendiendo el debate sobre el bloque petrolero ITT para abrir el debate que realmente importa: el de cómo garantizar un tránsito que nos permita generar nuevos hábitos de hacer política pública: rompiendo la dicotomía entre conservación y desarrollo.

De lo contrario caemos en lo que se denomina "la falacia de la equivocación", es decir, partimos de argumentos que son verdaderos, pero llegamos a conclusiones falsas. Es decir, la conservación de la biodiversidad y el valor de existencia de los pueblos Tagaeri y Taromenane son indiscutibles y verdaderos, pero privar a un país del desarrollo es una conclusión falsa. No se trata de "ideologizar" a un pedazo del Yasuní, o de esencializar el debate, mucho menos de polarizarlo, se trata de entenderlo, superar sus limitaciones, para transformarlo.

Asimismo, las narrativas del Cambio Climático basadas en el principio de la co-responsabilidad son más cercanas al status quo de los países responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero y por tanto, funcionales a las narrativas dominantes del avejentado Protocolo de Kyoto. Si la Iniciativa, como efectivamente sucede, intenta superar los mecanismos de mitigación actualmente existentes, ofreciendo una alternativa eficiente para la NO- emisión de carbono (emisiones netas evitadas), necesitamos apoyarnos en algo más radical como es el Principio de Justicia Climática y Distributiva. Este principio da cuenta de la verdadera disputa en materia de Cambio Climático:  la disputa es por el modelo de desarrollo, por quién controla el acceso a las principales fuentes de energía, y el petróleo como el péndulo que sostiene el actual modelo de reproducción capitalista. Todo esto a efecto del DESARROLLO NEGADO, DE LA ESCASEZ DE OPORTUNIDADES DE DESARROLLO.

En definitiva las narrativas que circunscriben el problema ambiental a las estrechas paredes de la conservación, del  “falso” imaginario de la Naturaleza pura e "intocada", son tramposas y vacían de significado político a la Iniciativa. El hombre y la Naturaleza son cultura, son formas de reproducción social, son relación, co-existencia, transformación permanente. NO hay nada que pueda ser considerado puro, prístino y por tanto intocado. Esa Naturaleza como Swyngedouw señala: NO existe!!!. De lo que se trata es de discutir la CULTURA extractivista del Ecuador y generar otras formas de intervención en la Naturaleza, otras formas de producir cultura.

Si tratamos de entender la Iniciativa, más allá del Yasuní, veremos que en términos políticos, sería la primera vez que un estado dependiente de la extracción de combustibles fósiles renunciaría parcialmente a su derecho soberano a explotar sus recursos energéticos (en este caso el petróleo) a cambio de un pago. Esta renuncia parcial a la soberanía del Estado sobre los recursos del subsuelo generaría las condiciones para una gestión compartida de los beneficios de la NO-explotación: situando a la energía en el ámbito de los comunes. 

Desde el punto de vista económico se trata de convertir un capital natural (petróleo) en un ingreso sustentable. Es decir convertir un capital natural finito en una inversión cuyos intereses a largo plazo apoyen el desarrollo de una nueva matriz energética y productiva. En términos sociales este pago, al que yo prefiero denominarle pago social -pues son los ciudadanos los que debemos asumir este desafío, abriría la posibilidad de participar en la gestión común de la energía - ámbito decisional que históricamente ha sido exclusivo de los Estados- No de los ciudadanos. 

Una contribución de los ciudadanos del mundo, de 5 dólares por barril represado -tal como inicialmente se propuso-  podría funcionar como una acción colectiva. En los países industrializados, los ciudadanos contribuyentes de la Iniciativa estarían evidenciando su apuesta por la generación de otras formas de valor que trasciendan el limitado campo del economisismo y que reconozcan que otras formas de producción de bienes comunes son posibles y deben ser justamente compensadas, por lo que su pago fuerza al estado a que se reconozca una injusticia social y climática y se compense.  Asimismo, los ciudadanos de los países en desarrollo, que pagan sin que medie para ellos responsabilidad, realizan un pago social, como un llamado ético a sus gobiernos para realizar un giro en su política extractivista. El pago en este caso funciona como una herramienta potente pues utiliza el dinero para garantizar que una producción contaminante quede fuera del sistema de reproducción del capital.

Si el pago de los ciudadanos de los países industrializados funciona como una especie de compensación ciudadana, el pago social, libre y voluntario opera en el campo de la ética militante, planteando un nuevo régimen de gestión de la energía. La gestión común de la energía es un escenario que no fue ni considerado, ni discutido dentro de la Iniciativa Yasuní-ITT y, por tanto, su “potencial” fue endosado al rol o al papel que pudieran llegar a tener en esta gestión futura, las grandes organizaciones de conservación,  de cooperación internacional, las grandes empresas, los grandes donantes y lo más irónico, quizás, los Estados industrializados más contaminantes como Estados Unidos, Alemania u otros países europeos. Fue en esa dirección que se trabajo en un Fideicomiso internacional, en generar las garantías de no explotación, etc, mientras que se descuidaron las pequeñas donaciones y el potencial político que estas tienen sobre temas tan delicados como la energía.

Asimismo, el pago por una no-producción actualizaría el debate sobre los valores de uso o del valor de la forma natural como señala Echeverría, en la recuperación de los comunes, siguiendo el planteamiento de Polanyi. El pago por una NO-producción se realizaría en el mercado pero su fin no es la reproducción de una mercancía contaminante (petróleo) sino justamente lo contrario, sacarla fuera de la circulación del Capital, mantenerla en el subsuelo, secuestrarla en la Tierra. Por tanto, se utilizaría el dinero para generar un nuevo objeto social o un bien común, “la no contaminación”. Este pago se estructuraría a partir de un compromiso social donde lo económico se organizaría alrededor de lo social para servir a su realización y no al contrario[3]. Este compromiso sería por un Sumak Kawsay desembarazado del romanticismo ecologista.

Un planteamiento tan revolucionario no podría recibir el apoyo de los Estados capitalistas ( mucho menos de los mayores emisores de carbono ) se trata entonces de una acción colectiva que debe dirigirse hacia los ciudadanos del mundo. Una acción ciudadana que vaya más allá del Estado, es decir una acción constituyente que fuerce a los Estados capitalistas a realizar un acto político de rectificación. Cómo funcionaría dicha rectificación? En ausencia de un régimen de gobernanza global sobre Cambio Climático, la Iniciativa Yasuní-ITT pudo ser el concepto que permita evidenciar que no existe solamente una escasez del sumidero atmosférico, sino que la escasez del sumidero da cuenta de algo más profundo: La  escasez de oportunidades de desarrollo

La industrialización del primer mundo se ha basado, entre otras injusticias, en una inequitativa ocupación del espacio atmosférico. El problema es que la Atmósfera al ser un bien escaso no puede sostener el actual modelo de crecimiento indefinidamente, por lo que necesitamos que los países industrializados reduzcan sustancialmente sus emisiones de carbono. Esta es una parte de la verdad. La otra, la que realmente importa, es que la mayoría de países en el mundo tienen el legítimo derecho  a desarrollar sus economías.

Sin embargo, el único camino que les queda, en un mundo dependiente de los combustibles fósiles es el replicar el modelo de sus antecesoras, es decir basar su matriz productiva y energética en el uso de intensivo de energía y materiales. El problema técnico es que NO hay atmósfera que lo permita, el problema político es  que la mayor parte de países tienen una factura pendiente en temas de desarrollo. Por tanto, las preguntas sobre qué producir y en qué energía apoyar nuestras producciones, requieren de decisiones políticas. La verdad es que  los países “en desarrollo” a cuenta del "desarrollo" de los países industrializados, estamos asumiendo los altos costos de adaptación a Cambio Climático y en algunos casos, también los de mitigación. 

Los más sabios se atreverían a  dar un paso más adelante y  generar el tránsito hacia un modelo de desarrollo no dependiente de los combustibles fósiles. Suena fácil, pero lo cierto es que transitar hacia una nueva arquitectura productiva y energética requiere de inversión en I+D, -campo dominado por los derecho de propiedad intelectual donde también ejercen hegemonía vía apropiación de recursos y saberes, los países industrializados-; innovación y liquidez para inversión social. Emprender este camino, al tiempo de resolver los graves problemas estructurales de pobreza, desnutrición, insalubridad, deficiencia de servicios básico o falta de acceso a los mismos, es una tarea quijotesca. 

Por tanto, hay una escasez de oportunidades de desarrollo, y no hay condiciones suficientes para hacer este salto cuántico en el uso de la energía y materiales sin que los países industrializados COMPENSEN a los países en desarrollo por el desarrollo negado o por pretender que la única opción para el desarrollo es el repetir el modelo insostenible de consumo de energía y materiales de sus economías insustentables y inequitativas.  Aquí reside la responsabilidad de los industrializados, alguien debe PAGAR (COMPENSAR) el desarrollo negado a través del financiamiento de iniciativas y proyectos que como el Yasuní-ITT brinden una tercera vía al desarrollo, la única opción justa para un tránsito hacia una economía post-extractivista.

Conclusión
¿Qué racionalidad distinta a la del capital, podría obligar a los estados contaminantes a darle a la energía el tratamiento de bien común? Karl Polanyi, al hablar de la dislocación social que provocó la pérdida de “los comunes” con el advenimiento del liberalismo económico nos recordaría la importancia de mirar al pasado con el objeto de proyectar luz sobre los problemas del presente[4]; mientras que Bolívar Echeverría refiriéndose a uno de los trabajos más famosos de Walter Benjamín, "Las tesis de la filosofía de la historia" nos propondría re-significarnos en el presente mirando el pasado[5]
Siguiendo la reflexión de Echeverría, podríamos decir que la Iniciativa en sus inicios miraba hacia el futuro, anhelaba un cambio profundo en su modelo de desarrollo, pero la racionalidad productiva a través de la cual debería diseñarse ese futuro no estaría en la ideología del progreso, ni en la doctrina del crecimiento económico, ni en la esfera de la modernidad capitalista; sino en la capacidad de actualizar el pasado[6], no desde el romanticismo de la Naturaleza intocada[7], sino desde la capacidad de influir en la gestión de la energía y en el debate sobre el nuevo modelo de desarrollo que queremos, desde lo común.  

¿Quién debería ser el sujeto de este cambio en el imaginario social?
 Ostrom en su reflexión sobre los comunes observa que alrededor del mundo “ni el Estado, ni el mercado han logrado con éxito que los individuos mantengan un uso productivo, de largo plazo, de los sistemas de recursos naturales"[8]. El asunto de la energía no es una excepción. Kioto probaría ser un instrumento ineficiente para generar equidad en la gestión del sumidero de carbono. En términos técnicos, tampoco desarrollaría respuestas acertadas de cara a las emisiones incrementales de carbono. Por tanto, se requeriría de intervenciones más profundas del lado de la oferta de carbono, dirigidas a atender dos tipos de escasez: Una la del sumidero y otra, la de las opciones de desarrollo.

Estas respuestas pueden venir del estado capitalista (para lo cual se necesita un trabajo sostenido de la sociedad) o de algún tipo de acción directa de los ciudadanos del mundo, comprometidos con los principios de solidaridad, reciprocidad y justicia distributiva. Si no es este el eje articulador de esta demanda política, que alguien me explique de qué es el Ecuador co-responsable en materia de Cambio Climático!!!!.

La Iniciativa no puede tener como fin el conservar el Yasuní, irónicamente la Iniciativa Yasuní-ITT tiene que salir del enclaustramiento de la conservación para atreverse a la realización de la transformación. La Iniciativa Yasuní-ITT debe ser la apuesta colectiva por transformar nuestra matriz energética y productiva. La propuesta era simple:

Se trataba de realizar un pago por una no-producción cuyo propósito era el sacar del mercado una producción contaminante para la “gestión común” de la energía, su realización no podría endosarse o dejarse a la buena voluntad del “estado capitalista”, ni dejarlo en manos de las leyes del mercado.

En este sentido, se trataría de que el llamado de acción colectiva realizado por el Presidente Rafael Correa pueda gestionarse por los ciudadanos del mundo, quienes a través de un pago social podrían limitar la gestión del Estado en temas energéticos y forzarle a realizar un giro en su política de desarrollo.  Los cambios que necesitamos frente a la escasez del sumidero y de las opciones fallidas de desarrollo requerirían de decisiones de tipo civilizatorias, profundas y radicales, que nos orienten hacia nuevos modelos de producción y reproducción social;  el pago social podría ser uno de estos mecanismos. Se trataría entonces de realizar un pago por una no-producción, donde éste no funciona como un “poseer” sino como un custodiar o como un limitar o un re-dirigir la producción de energía hacia objetivos comunes.  






[1] Candidata a Doctoranda en Economía Ecológica y Gestión Ambiental en la Universidad Autónoma de Barcelona. E-mail: lucha.aleph@gmail.com. SKYPE: lucha.aleph.
[2] Discurso del Presidente Correa en el Foro de Alto Nivel de Cambio Climático de las Naciones Unidas, septiembre del 2007.
[3] Polanyi Karl (1992), La Gran Transformación. Los orígenes Políticos y Económicos de nuestro tiempo. Prólogo de Joseph E. Stiglitz. Introducción de Fred Block, Traducción de Eduardo L. Suárez. Traducción del Prólogo y la Introducción Ricardo Rubio, Fondo de Cultura Económica México.
[4] Polanyi Karl (1992), La Gran Transformación. Los orígenes Políticos y Económicos de nuestro tiempo. Prólogo de Joseph E. Stiglitz. Introducción de Fred Block, Traducción de Eduardo L. Suárez. Traducción del Prólogo y la Introducción Ricardo Rubio, Fondo de Cultura Económica México, pp. 37
[5] Echevarría Bolívar (1998), Valor de Uso y Utopía. Siglo XXI Editores, S.A. de c.v, pp 140
 [6] Leff Enrique (2001), Racionalidad Ambiental, Democracia Participativa y Desarrollo Sustentable, Cuarta Edición, Editorial Siglo XXI.
[7] Swyngendouw 2011, ¡La naturaleza no existe!. La sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada y Latour Bruno (2013). Políticas de la Naturaleza. Por una democracia de las ciencias. Traducción de ENRIC PUIG. R Libros, S.A., BA
[8] Ostrom Elinor. El Gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva. Universidad Autónoma de México y Fondo de Cultura Económica 2000. Primera Edición en inglés 1990 y primera edición en español, 2000. Título original: Governing the Commons. The Evolution of Insittuions of Collective Action. Publicado por tge Press Sindicate of the University of Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pp 26-32.