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Des-Yasunizar la Iniciativa Yasuní-ITT:
Un paso para el tránsito hacia un
modelo post-extractivista.
Lucia Gallardo Fierro[1]
Al
escribir esta pequeña reflexión sobre la Iniciativa Yasuní-ITT no intento
salvarla, ni justificarla. No intento tampoco criticarla, ni desmerecer sus
aciertos, intento situarla en el escenario del tránsito, del momento en que se
conecta el pasado y el futuro para dar paso a algo que no existía antes de
ella. Creo que todavía estamos en ese momento y por tanto, la Iniciativa
Yasuní-ITT sigue siendo el camino a transitar, si logramos todos des-Yasunizar
el debate de la misma y situarla en la discusión de cuál es el modelo de
desarrollo que queremos, confrontando tanto la propiedad como la gestión desde
la ética ciudadana. Una estrategia de conservación que no confronta la política
de desarrollo con el ánimo de transformarla y una estrategia de desarrollo que
intente alcanzar el Buen Vivir sin superar el extractivismo, son dos caminos
que nos llevan a un sitio común: el precipicio.
¿Cuál podría ser la
solución política para abordar un problema que no tiene una solución técnica?.
El Ecuador un país “en desarrollo”, rico en carbono y altamente dependiente de
la extracción de combustibles fósiles, renuncia parcialmente a la explotación de
una de sus principales reservas petroleras a cambio de una compensación
parcial. A nivel internacional la Iniciativa Yasuní-ITT hizo un llamado
a inaugurar una nueva era económica donde se compense la generación de
valores uso y no la generación de mercancías[2]. La
Iniciativa es única en dos sentidos, en primer lugar se trataba de abrir una
vía para un desarrollo no dependiente de los combustibles fósiles. En segundo
lugar, se proponía utilizar el mercado y el dinero para sacar de la circulación
del Capital al PETROLEO. Pequeña osadía!!!
En este sentido, discutir
las narrativas que sostienen esta idea y el entender a quien se debería dirigir
la Iniciativa y en donde situar la propuesta son temas que importan!!!. Dónde
debe situarse la Iniciativa Yasuní-ITT?. Debemos tener claras las diferencias
entre ubicarla en la esfera de la conservación, vinculándola a las narrativas
de la integralidad de los derechos de los pueblos Tagaeri o Taromenane o a las
narrativas relativas al Cambio Climático; o ubicarla en el campo del desarrollo
vinculándola a la necesidad de sentar las bases de una transición energética y
productiva.
Este ejercicio
situacional de la Iniciativa Yasuní ITT no solo nos ayuda a conectarnos con el
pasado, a entender de donde venimos como Sociedad y las grandes injusticias
económicas, sociales y productivas que nos constituyen; también nos ayuda a
vincularnos con el futuro, a rebasar estas limitaciones estructurales, a
superarlas, a construir el camino hacia una era post-extractivita. Por tanto,
las narrativas en las que se apoya la Iniciativa son relevantes. Son narrativas
que importan!!!. Las de la conservación enclaustran, las del modelo de desarrollo
expanden. ¿Por qué?
Si elegimos el
escenario de la conservación, las narrativas que justifiquen la necesidad de
una COMPENSACION deberán desarrollar un argumento sólido sobre el por qué
Ecuador pretende que la comunidad internacional contribuya con un pago para que
nuestro país se abstenga de ejercer una política energética basada en la
extracción petrolera en áreas protegidas cuando constitucionalmente, esta
actividad no solo es considerada excepcional (art. 407 de la Constitución), sino que contradice el espíritu
del Buen Vivir y los Derechos de la Naturaleza. Con el agravante de que
las narrativas vinculadas al respeto y la exigibilidad de los derechos humanos
no podrían delegarse a terceros estados y, mucho menos pretender que su
realización penda de una condición incierta y futura como una
"compensación". La amenaza de vulnerabilidad de sus derechos podría configurar el delito de genocidio y nos demos o no las vueltas constitucionales, el territorio ancestral que ocupan es intangible. No estoy hablando únicamente de la Zona Intangible sino de un concepto mucho más amplio, reconocido en nuestra Constitución.
Dos lenguajes que abren la ventana a una serie de inconsistencias, incoherencias y desaciertos, que debilitan la propuesta y que la nutren de una serie de incertidumbres. Dado que la intervención petrolera en el Yasuní no es reciente. De hecho, en algo más de la mitad de su territorio existen 5 bloques petroleros (14, 15, 16, 31 e ITT) y que la re-asignación de derechos de propiedad a favor de la explotación es una de sus principales características (incluyendo la discutido proceso de adjudicación del campo ITT); de lo que se trata justamente es de corregir, de rectificar lo actuado. No salvando un pedazo del Yasuní, sino trascendiendo el debate sobre el bloque petrolero ITT para abrir el debate que realmente importa: el de cómo garantizar un tránsito que nos permita generar nuevos hábitos de hacer política pública: rompiendo la dicotomía entre conservación y desarrollo.
De lo contrario caemos en lo que se denomina "la falacia de la equivocación", es decir, partimos de argumentos que son verdaderos, pero llegamos a conclusiones falsas. Es decir, la conservación de la biodiversidad y el valor de existencia de los pueblos Tagaeri y Taromenane son indiscutibles y verdaderos, pero privar a un país del desarrollo es una conclusión falsa. No se trata de "ideologizar" a un pedazo del Yasuní, o de esencializar el debate, mucho menos de polarizarlo, se trata de entenderlo, superar sus limitaciones, para transformarlo.
Asimismo, las
narrativas del Cambio Climático basadas en el principio de la
co-responsabilidad son más cercanas al status quo de los países
responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero y por tanto,
funcionales a las narrativas dominantes del avejentado Protocolo de Kyoto. Si
la Iniciativa, como efectivamente sucede, intenta superar los mecanismos de
mitigación actualmente existentes, ofreciendo una alternativa eficiente
para la NO- emisión de carbono (emisiones netas evitadas), necesitamos
apoyarnos en algo más radical como es el Principio de Justicia Climática y
Distributiva. Este principio da cuenta de la verdadera disputa en materia de
Cambio Climático: la disputa es por el modelo de desarrollo, por
quién controla el acceso a las principales fuentes de energía, y el petróleo
como el péndulo que sostiene el actual modelo de reproducción capitalista. Todo
esto a efecto del DESARROLLO NEGADO, DE LA ESCASEZ DE OPORTUNIDADES
DE DESARROLLO.
En definitiva las
narrativas que circunscriben el problema ambiental a las estrechas paredes de
la conservación, del “falso” imaginario de la Naturaleza pura e
"intocada", son tramposas y vacían de significado político a la
Iniciativa. El hombre y la Naturaleza son cultura, son formas de reproducción
social, son relación, co-existencia, transformación permanente. NO hay nada que
pueda ser considerado puro, prístino y por tanto intocado. Esa Naturaleza como
Swyngedouw señala: NO existe!!!. De lo que se trata es de discutir la CULTURA
extractivista del Ecuador y generar otras formas de intervención en la
Naturaleza, otras formas de producir cultura.
Si tratamos de
entender la Iniciativa, más allá del Yasuní, veremos que en términos políticos,
sería la primera vez que un estado dependiente de la extracción de combustibles
fósiles renunciaría parcialmente a su derecho soberano a explotar sus recursos
energéticos (en este caso el petróleo) a cambio de un pago. Esta
renuncia parcial a la soberanía del Estado sobre los recursos del subsuelo
generaría las condiciones para una gestión compartida de los beneficios de la
NO-explotación: situando a la energía en el ámbito de los comunes.
Desde el punto de vista económico se trata de convertir un capital natural (petróleo) en un ingreso sustentable. Es decir convertir un capital natural finito en una inversión cuyos intereses a largo plazo apoyen el desarrollo de una nueva matriz energética y productiva. En términos sociales este pago, al que yo prefiero denominarle pago social -pues son los ciudadanos los que debemos asumir este desafío, abriría la posibilidad de participar en la gestión común de la energía - ámbito decisional que históricamente ha sido exclusivo de los Estados- No de los ciudadanos.
Una contribución de los ciudadanos del mundo, de 5 dólares por barril represado -tal como inicialmente se propuso- podría funcionar como una acción colectiva. En los países industrializados, los ciudadanos contribuyentes de la Iniciativa estarían evidenciando su apuesta por la generación de otras formas de valor que trasciendan el limitado campo del economisismo y que reconozcan que otras formas de producción de bienes comunes son posibles y deben ser justamente compensadas, por lo que su pago fuerza al estado a que se reconozca una injusticia social y climática y se compense. Asimismo, los ciudadanos de los países en desarrollo, que pagan sin que medie para ellos responsabilidad, realizan un pago social, como un llamado ético a sus gobiernos para realizar un giro en su política extractivista. El pago en este caso funciona como una herramienta potente pues utiliza el dinero para garantizar que una producción contaminante quede fuera del sistema de reproducción del capital.
Si el pago de los ciudadanos de los países industrializados funciona como una especie de compensación ciudadana, el pago social, libre y voluntario opera en el campo de la ética militante, planteando un nuevo régimen de gestión de la energía. La gestión común de la energía es un escenario que no fue ni considerado, ni discutido dentro de la Iniciativa Yasuní-ITT y, por tanto, su “potencial” fue endosado al rol o al papel que pudieran llegar a tener en esta gestión futura, las grandes organizaciones de conservación, de cooperación internacional, las grandes empresas, los grandes donantes y lo más irónico, quizás, los Estados industrializados más contaminantes como Estados Unidos, Alemania u otros países europeos. Fue en esa dirección que se trabajo en un Fideicomiso internacional, en generar las garantías de no explotación, etc, mientras que se descuidaron las pequeñas donaciones y el potencial político que estas tienen sobre temas tan delicados como la energía.
Asimismo, el pago por
una no-producción actualizaría el debate sobre los valores de uso o del valor
de la forma natural como señala Echeverría, en la recuperación de los comunes,
siguiendo el planteamiento de Polanyi. El pago por una NO-producción se
realizaría en el mercado pero su fin no es la reproducción de una mercancía
contaminante (petróleo) sino justamente lo contrario, sacarla fuera de la
circulación del Capital, mantenerla en el subsuelo, secuestrarla en la Tierra.
Por tanto, se utilizaría el dinero para generar un nuevo objeto social o un
bien común, “la no contaminación”. Este pago se estructuraría a partir de un
compromiso social donde lo económico se organizaría alrededor de lo social para
servir a su realización y no al contrario[3].
Este compromiso sería por un Sumak Kawsay desembarazado del romanticismo
ecologista.
Un planteamiento tan
revolucionario no podría recibir el apoyo de los Estados capitalistas ( mucho
menos de los mayores emisores de carbono ) se trata entonces de una acción
colectiva que debe dirigirse hacia los ciudadanos del mundo. Una
acción ciudadana que vaya más allá del Estado, es decir una acción
constituyente que fuerce a los Estados capitalistas a realizar un acto
político de rectificación. Cómo funcionaría dicha rectificación? En
ausencia de un régimen de gobernanza global sobre Cambio Climático, la
Iniciativa Yasuní-ITT pudo ser el concepto que permita evidenciar que no existe
solamente una escasez del sumidero atmosférico, sino que la escasez del
sumidero da cuenta de algo más profundo: La escasez de
oportunidades de desarrollo.
La industrialización
del primer mundo se ha basado, entre otras injusticias, en una inequitativa
ocupación del espacio atmosférico. El problema es que la Atmósfera al ser un
bien escaso no puede sostener el actual modelo de crecimiento indefinidamente,
por lo que necesitamos que los países industrializados reduzcan sustancialmente
sus emisiones de carbono. Esta es una parte de la verdad. La otra, la que
realmente importa, es que la mayoría de países en el mundo tienen el legítimo
derecho a desarrollar sus economías.
Sin embargo, el único
camino que les queda, en un mundo dependiente de los combustibles fósiles es el
replicar el modelo de sus antecesoras, es decir basar su matriz productiva y
energética en el uso de intensivo de energía y materiales. El problema técnico
es que NO hay atmósfera que lo permita, el problema político es que la
mayor parte de países tienen una factura pendiente en temas de desarrollo. Por
tanto, las preguntas sobre qué producir y en qué energía apoyar nuestras
producciones, requieren de decisiones políticas. La verdad es
que los países “en desarrollo” a cuenta del "desarrollo"
de los países industrializados, estamos asumiendo los altos costos de
adaptación a Cambio Climático y en algunos casos, también los de
mitigación.
Los más sabios se
atreverían a dar un paso más adelante y generar el
tránsito hacia un modelo de desarrollo no dependiente de los combustibles
fósiles. Suena fácil, pero lo cierto es que transitar hacia una nueva
arquitectura productiva y energética requiere de inversión en I+D, -campo
dominado por los derecho de propiedad intelectual donde también ejercen
hegemonía vía apropiación de recursos y saberes, los países industrializados-;
innovación y liquidez para inversión social. Emprender este camino, al tiempo
de resolver los graves problemas estructurales de pobreza, desnutrición,
insalubridad, deficiencia de servicios básico o falta de acceso a los mismos,
es una tarea quijotesca.
Por tanto, hay una escasez de oportunidades de desarrollo, y no hay condiciones suficientes para hacer este salto cuántico en el uso de la energía y materiales sin que los países industrializados COMPENSEN a los países en desarrollo por el desarrollo negado o por pretender que la única opción para el desarrollo es el repetir el modelo insostenible de consumo de energía y materiales de sus economías insustentables y inequitativas. Aquí reside la responsabilidad de los industrializados, alguien debe PAGAR (COMPENSAR) el desarrollo negado a través del financiamiento de iniciativas y proyectos que como el Yasuní-ITT brinden una tercera vía al desarrollo, la única opción justa para un tránsito hacia una economía post-extractivista.
Conclusión
¿Qué racionalidad
distinta a la del capital, podría obligar a los estados contaminantes a darle a
la energía el tratamiento de bien común? Karl Polanyi, al hablar de la
dislocación social que provocó la pérdida de “los comunes” con el advenimiento
del liberalismo económico nos recordaría la importancia de mirar al pasado con
el objeto de proyectar luz sobre los problemas del presente[4];
mientras que Bolívar Echeverría refiriéndose a uno de los trabajos más famosos
de Walter Benjamín, "Las tesis de la filosofía de la
historia" nos propondría re-significarnos en el presente mirando
el pasado[5].
Siguiendo la reflexión
de Echeverría, podríamos decir que la Iniciativa en sus inicios miraba hacia el
futuro, anhelaba un cambio profundo en su modelo de desarrollo, pero la
racionalidad productiva a través de la cual debería diseñarse ese
futuro no estaría en la ideología del progreso, ni en la doctrina del
crecimiento económico, ni en la esfera de la modernidad capitalista; sino en la
capacidad de actualizar el pasado[6],
no desde el romanticismo de la Naturaleza intocada[7],
sino desde la capacidad de influir en la gestión de la energía y en el debate
sobre el nuevo modelo de desarrollo que queremos, desde lo común.
¿Quién debería ser el sujeto de este cambio en el imaginario social? Ostrom en su reflexión sobre los comunes observa que alrededor del mundo “ni el Estado, ni el mercado han logrado con éxito que los individuos mantengan un uso productivo, de largo plazo, de los sistemas de recursos naturales"[8]. El asunto de la energía no es una excepción. Kioto probaría ser un instrumento ineficiente para generar equidad en la gestión del sumidero de carbono. En términos técnicos, tampoco desarrollaría respuestas acertadas de cara a las emisiones incrementales de carbono. Por tanto, se requeriría de intervenciones más profundas del lado de la oferta de carbono, dirigidas a atender dos tipos de escasez: Una la del sumidero y otra, la de las opciones de desarrollo.
Estas respuestas
pueden venir del estado capitalista (para lo cual se necesita un trabajo
sostenido de la sociedad) o de algún tipo de acción directa de los ciudadanos
del mundo, comprometidos con los principios de solidaridad, reciprocidad y
justicia distributiva. Si no es este el eje articulador de esta demanda
política, que alguien me explique de qué es el Ecuador co-responsable en
materia de Cambio Climático!!!!.
La Iniciativa no puede
tener como fin el conservar el Yasuní, irónicamente la Iniciativa Yasuní-ITT
tiene que salir del enclaustramiento de la conservación para atreverse a la
realización de la transformación. La Iniciativa Yasuní-ITT debe ser la apuesta
colectiva por transformar nuestra matriz energética y productiva. La propuesta
era simple:
Se trataba de realizar
un pago por una no-producción cuyo propósito era el sacar del
mercado una producción contaminante para la “gestión común” de la energía, su
realización no podría endosarse o dejarse a la buena voluntad del “estado
capitalista”, ni dejarlo en manos de las leyes del mercado.
En este sentido, se
trataría de que el llamado de acción colectiva realizado por el Presidente
Rafael Correa pueda gestionarse por los ciudadanos del mundo, quienes a través
de un pago social podrían limitar la gestión del Estado en temas energéticos y
forzarle a realizar un giro en su política de desarrollo. Los
cambios que necesitamos frente a la escasez del sumidero y de las opciones
fallidas de desarrollo requerirían de decisiones de tipo civilizatorias,
profundas y radicales, que nos orienten hacia nuevos modelos de producción y
reproducción social; el pago social podría ser uno de estos
mecanismos. Se trataría entonces de realizar un pago por una no-producción,
donde éste no funciona como un “poseer” sino como un custodiar o como un
limitar o un re-dirigir la producción de energía hacia objetivos comunes.
[1] Candidata a Doctoranda en Economía Ecológica y Gestión Ambiental
en la Universidad Autónoma de Barcelona. E-mail: lucha.aleph@gmail.com.
SKYPE: lucha.aleph.
[2] Discurso del Presidente Correa en el Foro de Alto Nivel de
Cambio Climático de las Naciones Unidas, septiembre del 2007.
[3] Polanyi Karl (1992), La Gran Transformación. Los orígenes
Políticos y Económicos de nuestro tiempo. Prólogo de Joseph E. Stiglitz.
Introducción de Fred Block, Traducción de Eduardo L. Suárez. Traducción del
Prólogo y la Introducción Ricardo Rubio, Fondo de Cultura Económica México.
[4] Polanyi Karl (1992), La Gran Transformación. Los orígenes Políticos
y Económicos de nuestro tiempo. Prólogo de Joseph E. Stiglitz. Introducción de
Fred Block, Traducción de Eduardo L. Suárez. Traducción del Prólogo y la
Introducción Ricardo Rubio, Fondo de Cultura Económica México, pp. 37
[6] Leff
Enrique (2001), Racionalidad Ambiental, Democracia Participativa y Desarrollo
Sustentable, Cuarta Edición, Editorial Siglo XXI.
[7] Swyngendouw
2011, ¡La naturaleza no existe!. La sostenibilidad como síntoma de una
planificación despolitizada y Latour Bruno (2013). Políticas de la Naturaleza.
Por una democracia de las ciencias. Traducción de ENRIC PUIG. R Libros, S.A.,
BA
[8] Ostrom Elinor. El Gobierno de los bienes comunes. La evolución
de las instituciones de acción colectiva. Universidad Autónoma de México y
Fondo de Cultura Económica 2000. Primera Edición en inglés 1990 y primera
edición en español, 2000. Título
original: Governing the Commons. The Evolution of Insittuions of Collective
Action. Publicado por tge Press Sindicate of the University of Cambridge,
Cambridge University Press, 1990, pp 26-32.